domingo, 13 de enero de 2013

17 DE ENERO, SANT ANTONI DEL PORQUET


Pronto celebraremos en L´Ermita las fiestas en honor a San Antonio Abad. Ya desde antiguo todos los pueblos solían tener dos fiestas mayores, una de invierno y otra de verano, la San Antonio Abad, titular de la parroquia y nombre del barrio, es el 17 de enero; aunque no hace falta decir que la elección de San Miguel Arcángel como copatrón no fue sólo por motivos de calendario, es verdad que optaron por escoger como fiesta mayor de verano el 29 de septiembre, precisamente después de la cosecha y de las fiestas de Villajoyosa en honor a Santa Marta. Puede que se eligiera esta fiesta coincidiendo con la inauguración del templo reformado de La Ermita de San Antonio, tras unas obras.

El pequeño templo (ermita) del Barrio de La Ermita de San Antonio Abad, ya aparece dedicado a este Santo en 1592, así lo atestigua un documento(1) antiguo que hayamos en el Archivo Parroquial de la Arciprestal de  Nuestra Señora de la Asunción de Villajoyosa: 

«Y hallo dicho Señor Visitador que en dicha Villa hai una Hermita de San Anthon, la qual hallo dicho Señor visitador bien tratada i hallo que aquella esta a cargo de Jayme Selles hermitaño en la qual hermita hai lo siguiente. Primo hun hornamento que de hun bol desgastado que se servio hun caliz de plata de ventisiete libras» (2).

La siguiente noticia que tenemos data del 1597, el Libro de Visitas señala que no había libro de cuentas:

«Visita de la Villa de Vila Joyosa año 1597. Hay en esta Villa una Hermita so invocación de San Anthón, la cual está a cargo de Juan Urios, hermitaño, que se la han encomendado los jurados, el qual no tiene libro de recibos y gastos por ser poco lo que se ha llegado conforme las necesidades de la dicha Yglesia y capilla»(3).

A San Antonio Abad se le ha tenido tradicionalmente como especial protector de los animales. Quizá sea por esto por lo que, por un permiso especial «los agustinos criaban cerdos en La Ermita y continuaron con la tradición antigua de criar uno, que cada año era rifado el día de San Antonio Abad −que dicho sea de paso, era la Fiesta Mayor de invierno de La Vila, que los jurados de la misma se habían obligado a celebrar con voto−, al tiempo que bendecían otro pequeño para rifarlo al año siguiente, el cual dormía en un corral concreto, pero todo el día andaba suelto por las calles del lugar y comía las sobras que le daban los vecinos, de manera que cuando un niño andaba todo el día por la calle de un lado para otro, la gente le decía que: “Corre més que el porc de Sant Antoni" (corre más que el cerdo de San Antonio)»(4).

FUENTE: (Cf. GALLARDO VALENZUELA, JUAN ANTONIO, Una memoria propia. Historia de La Ermita de San Antonio Abad de Villajoyosa. Ed.C.Festes Sant Miquel. Villajoyosa (Alicante) 2012. I.S.B.N.: 978-84-695-4695-6).





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1. Todas las parroquias guardan copia de los informes que se realizan en la visita que el obispo de la diócesis (en su defecto un delegado de éste) hace a la misma regularmente. En el caso de La Vila, las visitas la hacía el Arzobispado de Valencia, porque Villajoyosa perteneció a esta sede arzobispal hasta el año 1957 (Boletín Oficial del Arzobispado de Valencia, de 1 de octubre de 1957, págs. 365-369).

2. ARCHIVO DE LA PARROQUIA DE Nª  Sª DE LA ASUNCIÓN DE VILLAJOYOSA, Libro de Visitas Pastorales nº 1. Años 1589, 1592, 1595, 1597, 1602, 1604, 1607, 1610, 1620. Folio 89 vuelto.

3. Ibidem, Folio 138.

4. Cf. De hecho los agustinos tuvieron problemas en la cría de cerdos, a causa de la provisión real del 19 de junio de 1703, promulgada en Valencia el 3 de enero de 1721 y mandada observar fielmente el 28 de junio de 1737, que prohibía a los religiosos dicha cría de cerdos, reservándola exclusivamente a los canónigos regulares agustinianos del hábito de San Antonio Abad, llamados popularmente antonianos. De manera que los agustinos tuvieron que hacer una concordia con el comendador de la casa-hospital de San Antonio Abad de Valencia (4-XI-1737), para que el convento de Villajoyosa pudiera continuar criando cerdos en la ermita de San Antonio. ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL. Sección de Clero. Leg. 171, Cf. E. ZARAGOZA, Fondo agustiniano vilero del Archivo Histórico Nacional de Madrid, Doc. 62, en Revista de Moros y Cristianos, de Villajoyosa, 2002. Citado en:  ERNESTO ZARAGOZA PASCUAL; “Noticias históricas sobre La Ermita de Sant Antoni, de Villajoyosa”; Revista de Fiestas de San Miguel, Villajoyosa 2003.

jueves, 3 de enero de 2013

LOS ORÍGENES DEL BARRIO DE LA ERMITA DE SAN ANTONIO ABAD DE VILLAJOYOSA



La Ermita de San Antonio Abad es un barrio que engloba varias partidas de la ciudad de Villajoyosa, y debe su nombre al templo que antiguamente fuera ermita y hoy parroquia, de San Antonio Abad, por lo estrechamente unidas que están la historia del barrio y de la iglesia. 

Quizás sean pocos, tanto lugareños como visitantes, los que sepan la antigüedad de esta parte de la historia de Villajoyosa. «Los orígenes del lugar son tan antiguos que podemos afirmar con toda certeza que los primeros asentamientos de población en la zona de La Ermita se remontan al Bronce Antiguo, prueba de ello son los yacimientos arqueológicos hallados en la partida de Chauchelles, donde hubo una pequeña población ibérica, hasta la época iberorromana (siglos II-I a. C.). Entre el siglo IV y III a. C. florecen las fincas rústicas. Es interesante resaltar que entre las reliquias halladas en la partida de Chauchelles se encuentran los restos de una villa romana perteneciente a un gobernador romano que residía en Denia, y que utilizaba como lugar de veraneo»(Cf. BELDA DOMÍNGUEZ, J., Ingresos procedentes de Torre La Cruz (Villajoyosa, Alicante). Separata de: Memorias de los museos arqueológicos provinciales. 1948.).

Vienen a apoyar esta hipótesis el gran número de yacimientos esparcidos por todo el territorio. Destacamos también «los objetos hallados en la colina de Torre la Cruz, pertenecientes a un edificio destruido, que, por algunas de sus reliquias, pudiera haber sido unas termas. Entre los muchos restos hallados encontramos: 14 yesos tallados, uno representa a un león en lucha triunfante con un toro, la cabeza del león se repite en otro trozo pequeño. Otro muestra dos figuras femeninas, de las cuales una lleva una antorcha ardiente y la otra un báculo. En un tercero, se ve un oso y un jabalí en pugna al pie de un árbol. Otros yesos ofrecen palmas y flores alternando con coronas y esvásticas.

Hay también un trozo de enlucido de pared y 36 baldosines de mármol y ofita que pudieron formar parte de un pavimento inferior; mientras otro superior que corresponde a la habitación, cuyas paredes se adornan con los estucos antes dichos, era de teselas al estilo del mosaico alejandrino.

Un resto de tabla de mármol que tiene incisa la figura de un perro galo; un tiesto de barro rojo sin brillo del fondo de una vasija con la marca EX. OFF, DONNANI y un trozo de ladrillo con inscripción que parece funeraria y que dice así: L. LUCRETIO SERVI LIIGALI I. SEMPRONIANI C.V.F. PLICIO y que puede traducirse: “A Lucio Lucrecio Plicio de su servidor legal Julio Semproniano, administrador fiel”» (LA FUENTE VIDAL, JOSÉ; Museo Arqueológico Provincial de Alicante. Catálogo – Guía. Instituto de Estudios Alicantinos. Diputación Provincial de Alicante 1959, pp. 68 – 69.). En el yacimiento, realizado por el famoso sacerdote y arqueólogo Don José Belda Domínguez, son muchos más los restos que se encontraron de no menor importancia que los citados, que aquí no indico por no ser demasiado prolijo en este punto.

El fácil acceso por mar a la población de La Vila Joiosa, y su enclave excepcional, la convertían durante el s. VIII en objeto de las invasiones de piratas, al igual que todas las costas del Levante. Siendo conquistada a los musulmanes por el rey Don Jaime I de Aragón, en la primera mitad del siglo XIII (año 1251), hasta quedar despoblada en 1257 por la revuelta del moro Al Azraq, para ser definitivamente cristianizada en el año de 1300, cuando el capitán general de la Corona de Aragón, Bernat de Sarrià, la conquistará a las órdenes del rey Jaime II, recibiendo la Villa carta puebla el 8 de mayo de ese mismo año.

Don Juan Mateo Box, nos ofrece una descripción del castillo de La Vila, y nos cuenta la suerte que corrió éste. La historia del castillo nos sirve para contextualizar los acontecimientos en los que se vio la ciudad durante varios siglos. Y es en este contexto de población invadida donde se comprende que ésta se decidiera a construir «un baluarte o defensa contra propios y extraños. Hoy, cuando el paso inexorable del tiempo ha borrado no sólo las huellas de la barbarie sino las de los hechos gloriosos, es muy difícil localizar aquel castillo que se eleva desafiante delante del mar. Las guerras abatieron su fábrica y el abandono y la indiferencia han destruido hasta sus cimientos.

¿Hubo, pues, castillo en Villajoyosa? Sí y por cierto hermoso y espléndido. La Villa estaba rodeada de fuertes y altas murallas y éstas, a su vez, estaban defendidas por magníficos torreones. Desde el promontorio que se ve cercano al mar y en la misma desembocadura del río Sella, el recinto fortificado disponía sus cañones cruzando los fuegos, particularidad que hacía del fuerte un lugar, llamémosle para aquellos años, inexpugnable. Las obras de fortificación formaban un paralelogramo imperfecto y en cada uno de sus ángulos existían torreones sólidos los cuales hoy sólo ruinas enseñan. Uno estaba en lo que se llamaba Trinquete o calle del Mar; otro en la plaza del Olmo (que sirve de base a la [actual casa abadía de hoy); otro que todavía puede verse deteriorado y maltrecho empotrado en las casas que dan frente al río y un cuarto, al Oeste, que no era tal torreón sino el llamado Castillo. Para entrar al recinto había dos puertas. Transcurre el siglo XIV y allá por el 1468 el rey D. Juan une a su corona la Vill, su castillo y defensas. En 1536 (el 29 de junio) Villajoyosa vio llegar ante los muros de su castillo a una armada compuesta de cuatro galeras turcas y treinta galeotas y fragatas mandadas todas por el célebre corsario argelino Zala Arraez. La Villa se defendió heroicamente y acudió a su defensa y a la de su castillo, el Duque de Calabria, D. Luis Carroz y el Maestre Mosén Escrivá, quienes con los defensores del baluarte escribieron una página magnífica en la historia de la ciudad. Y no fue este hecho sólo. Durante todo el siglo XVI los defensores de Villajoyosa estuvieron en constante salida al mar teniendo en jaque a los moriscos y piratas que merodeaban los parajes próximos logrando apoderarse muchas veces de sus bajeles que traían en frente del castillo en señal de trofeo ganado a tan malvados señores. (También ayudaron al poder real contra los restos muslimes que en la Sierra de Bernia se habían refugiado).

Durante las Germanías, Villajoyosa, se declaró contra los nobles y el Virrey. Su castillo recoge entonces momentos de gravedad notoria.

En 1709 el Caballero D´Asfeld, mientras sitia Alicante, ordena derribar las murallas de Villajoyosa y puede decirse que de entonces data la ruina del castillo y fortificaciones quedando la desembocadura del Sella despojada de todo vestigio histórico» (Cf. MATEO BOX, J., Historia de los castillos de la Provincia de Alicante, Impreso en Such, Sierra y Compañía. Alfonso el Sabio, 29, Alicante 1953, págs. 55-57. El autor de este libro toma datos, sin citar su procedencia, del Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico. Villajoyosa, Madrid 1849 de Pascual Madoz.).

Un monumento que pasa desapercibido, y que podría ser un homenaje a la cristianización de la zona, es la llamada Cruz de Piedra situada en un antiguo cruce de caminos romanos (Al Norte de la misma, Torre de Dalt, o Era Soler; al Este, La Ermita de San Antonio Abad; al Sur, camino de La Foradà, hacia el casco urbano de la ciudad; y al Oeste, hacia el “Pont de Sant Argil” (deformación lingüística del nombre original “Puente de Don Gil”). Hoy día el monumento de la Cruz de Piedra no se encuentra en su emplazamiento original por la construcción de la variante de la carretera nacional.)

No podemos saber con exactitud el origen histórico del núcleo de población que hoy conocemos como La Ermita, pero con la documentación disponible, la historia y el sentido común, podemos proponer una doble hipótesis, cuyas conclusiones se mueven en el marco de una certeza bastante sólida. 

Ya hemos visto que toda la costa levantina sufre los ataques de los moros. Villajoyosa no se libra de esto. Es lógico pensar que hubiera personas de la población que se marcharan hacia el interior −extramuros−, en busca de mayor tranquilidad y seguridad, dedicándose luego a la agricultura y la ganadería. Esto explicaría que un grupo de población se concentrara en la huerta interior, en un lugar elevado (el Tossal de Sant Antoni), independientemente de que hubiera ya alguien viviendo allí, puesto que ya había población en los lugares cercanos, tal y como hemos indicado más arriba.

Además, teniendo en cuenta la antigüedad de la devoción a San Antonio Abad en el lugar, una explicación hipotética a la elección de dicho santo como protector especial, podría arrojar luz sobre la causa de la concentración de población en la zona de La Ermita. No es baladí tener en cuenta el hecho de que San Antonio Abad fuera tradicionalmente protector contra las epidemias. Y es sensato pensar que aquellos que huyeran extramuros de los ataques de piratas, también lo hicieran para escapar de las enfermedades contagiosas propias de la época, de mayor propagación cuando se vive en una ciudad amurallada como lo era La Vila Joiosa, y eligieran a San Antonio Abad como protector de las epidemias, de la cosecha y de las bestias utilizadas para el trabajo agrícola.

Aunque a día de hoy no hay ninguna prueba de ello, se podría barajar la posibilidad de que existiera un templo pagano donde hoy se levanta la Parroquia de San Antonio Abad, y se hubiera seguido la práctica habitual de aprovechar los materiales existentes del edificio para construir la primera ermita. Aunque por carecer de investigaciones en este punto, sólo nos podemos mover en el terreno de la hipótesis, lo que sí podemos afirmar con certeza es que los orígenes históricos del barrio de la Ermita tienen un doble fundamento, el religioso y la búsqueda seguridad por parte de sus primeros pobladores.

Apunta Vidal Tur que durante el siglo XV algunos pueblos, como La Vila Joiosa, se beneficiaron especialmente de la predicación de san Vicente Ferrer. Quién sabe si este gran santo valenciano pasó por La Ermita a predicar a las gentes del lugar con motivo del Cisma de Occidente, cuando Benedicto XIII, el famoso Papa Luna, se aferraba al solio pontificio en su castillo de Peñíscola (Cf. VIDAL TUR, G., Un obispado español de Orihuela-Alicante. Histórica exposición a todas las cristiandades. Tomo II, Alicante 1962, pág. 62.).

martes, 27 de diciembre de 2011

Una tarde de paseo...


En estos días vacacionales que nos regala la Navidad, uno vuelve a casa, al pueblo, a sus orígenes. Esta tarde he estado paseando por los bellísimos parajes de mi tierra querida; he recordado mi infancia, cuando jugaba en el río con mis amigos, o me perdía solo por los bancales con una bicicleta de hierro oxidado que perteneciera a mi madre... Por un momento he levantado la vista y me he visto a mí mismo subido en el singular velocípedo, con la cara llena de suciedad por la ingesta de alguna naranja furtiva, raudo y veloz porque sonaban las campanas del primer toque de Misa y había que ayudar de monaguillo (toda una institución en aquellos días no tan lejanos).

Al pensar en la inocencia de aquellos días, de aquella vida simple y tranquila, el corazón se conmueve, porque recuerda -etimológicamente recordar es volver a pasar por el corazón- aquello que lo forjó en lo más íntimo. Uno nunca debe de olvidar de dónde viene; es la única fórmula que hay para saber hacia dónde se dirigen los pasos.

Qué gran suerte poder conjugar mis pensamientos con una historia tan gloriosa como la española; mirar un paisaje casto y virgen desde el Gran Imperio Romano, oler el aire fresco de la huerta, y saborear en mi paladar el vino que cruzara hacia Ultramar. Sí, mi tierra es testigo de uno de los pilares de Occidente, Roma, la gran Roma...



Muy a propósito ha venido a mi memoria aquel pasaje de Azorín que dice así: "El Mediterráneo... El Mediterráneo -querido Sorolla- que no pasará nunca. El Mediterráneo, que será, en el Arte y en las Letras, eterno. El Mediterráneo, que son esas mujeres gráciles y blancas de vuestros lienzos; esas mujeres con venas azules en la tez transparente y con un supremo encanto de espiritualidad y de sensualidad a la par" (El paisaje de España visto por los españoles. En AZORÍN, Visión de España, Espasa-Calpe, Madrid 1982, pág.52).

Geografía de la biografía. Sí, eso es lo que yo he hecho esta tarde. Seres históricos que, partiendo de nuestra propia memoria, recorriendo el camino del Pulchrum -que a veces se nos presenta evidente y espontáneo-, nos elevamos a la causa de nuestra propia historia, al Ser mismo. Por desgracia, a veces parece que "pulchrum est paucorum hominum", y no debiera ser así, no es así de hecho.

Pero está claro que este camino de introspección, descubrimiento, contemplación y comunicación, no se puede hacer en medio de tantas luces ridículas que adornan nuestras calles y plazas estos días... Contemplación; ya lo dijo Fray Luis de León en su Vida Retirada:

"¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruïdo
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!"

Villajoyosa, capital de la Comarca, es uno de los lugares de España con tanta historia como la que más. Precioso retiro del que necesita volver en sí.

Perdonen a este nostálgico. Son pensamientos de una tarde de diciembre de 2011.

Juan Antonio Gallardo Valenzuela